¡Pradera, feliz día! Del regio Buenos Aires
quedaron allá lejos el fuego y el hervor;
hoy en tu verde triunfo tendrán mis sueños vida,
respiraré tu aliento, me bañaré en tu sol.
Muy buenos días, huerto. Saludo la frescura
que brota de las ramas de tu durazno en flor;
formada de rosales tu calle de Florida
mira pasar la Gloria, la Banca y el Sport.
Un pájaro poeta, rumia en su buche versos;
chismoso y petulante, charlando va un gorrión;
las plantas trepadoras conversan de política;
las rosas y los lirios, del arte y del amor.
Rigiendo su cuadriga de mágicas libélulas,
de sueños millonario, pasa el travieso Puck;
y, espléndida Sportwoman, en su celeste carro,
la emperatriz Titania seguida de Oberón.
De noche, cuando muestra su medio anillo de oro,
bajo el azul tranquilo, la amada de Pierrot,
es una fiesta pálida la que en el huerto reina,
toca en la lira el aire su do-re-mi-fa-sol.
Curiosas las violetas a su balcón se asoman.
Y una suspira: «¡lástima que falte el ruiseñor!»
Los silfos acompasan la danza de las brisas
en un walpurgis vago de aroma y de visión.
De pronto se oye el eco del grito de la pampa,
brilla como una puesta del argentino sol;
y un espectral jinete, como una sombra cruza,
sobre su espalda un poncho; sobre su faz, dolor.
-«¿Quién eres, solitario viajero de la noche?»
-«Yo soy la Poesía que un tiempo aquí reinó:
¡Yo soy el postrer gaucho que parte para siempre,
de nuestra vieja patria llevando el corazón!»
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