lunes, 8 de junio de 2015

Balada - François Villon



Que en rejalgar y anhídrido arsenioso,
en sulfuro amarillo y en cal viva,
en pez y hollín disueltas en colada
hecha con pis y cacas de judía,
en plomo hirviente que las desmenuce,
en agua sucia de leproserías,
en raspones de pies y ropa vieja,
en sangre de áspid y diversas víboras,
en hiel de lobos, zorros y tejones
¡las lenguas envidiosas sean fritas!

Que con sesos de un gato que ni pesque
por no mojarse, y de podrida encía,
o con los de un mastín también roñoso
goteándole de rabia la saliva,
con, en sus propias babas cocinados,
los pedacitos de una mula tísica,
en agua en que hunden el hocico y boca
ranas, ratones, sapos, lagartijas,
serpientes, ratas y otras nobles bestias
¡las lenguas envidiosas sean fritas!

Que en sublimado, peligroso al tacto,
sobre el ombligo de una sierpe viva,
en las sangres expuestas en las ollas
del barbero cuando la luna brilla,
una ya negra, la otra verde obscuro,
en los tachos en donde las nodrizas
raspan pañales, y en las palanganas
en que se lavan las venales ninfas
(quien no me entiende nunca fue a burdeles)
¡las lenguas envidiosas sean fritas!

Pasad, Príncipe, luego estos manjares,
si no tenéis tamiz ni tenéis criba,
por los fondillos de cagadas bragas,
pero antes ¡que en soretes de porcina
las lenguas envidiosas sean fritas!


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