viernes, 4 de septiembre de 2015

Las palmeras - Pedro Antonio de Alarcón



Gentil palmera lánguida crecía
entre los muros de cercado huerto,
y, amortajada en su ramaje yerto,
cual alma sin amor desfallecía.

Luchó empero tenaz..., hasta que un día
consiguió descubrir el campo abierto,
y vio marchita, en medio del desierto,
otra palmera, que de sed moría.

Convalecer les hizo una mirada,
y el aura fue galante mensajera
del dulce amor que para siempre uniólas.

-Aprende el caso, niña desamada;
guarda el tesoro de tu fe, y espera;
que almas como la tuya no están solas.


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