martes, 8 de diciembre de 2015

La caza del saurio - Pedro Antonio de Alarcón



Del agrio risco solitaria dueña,
la diestra armada del arpón luciente,
ved a la hermosa indiana adolescente
tendida al borde de tajada breña.

La verdosa cerviz no bien enseña
cauteloso lagarto, diligente
le asesta el golpe, y, trémula, lo siente
forcejear, clavado ya en la peña.

Del monstruo herido, que tenaz porfía,
tiembla entonces la pérfida agresora,
y bárbara, acelera su agonía...

Remátalo por fin, pero en mal hora;
que, al ver el cuadro de su hazaña impía,
tiembla de nuevo, se arrepiente... y llora.


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