domingo, 3 de julio de 2016

El destino de una rana - Christina Rossetti



Desdeñando su casa en el pueblo
Y la charca del pueblo,
Una Rana imponente despreció cada camino
Saltando por la carretera del imperio.

Ni cerdo feroz ni perro ladrador
Podrían desconcertar a tan majestuosa Rana.
Aún se demoraba el rocío de la mañana,
Sus costados se helaban, su lengua se entumecía:
Cuando la noche debía llegar, llegó primero el rocío,
Y fue rechazado por nuestra peregrina Rana.

¡Pero, ay! La hierba del camino la esconde
Ya no se la advierte saltando.
Desprevenidamente rodaba un ancho carro
Que la aplastó, arrolló sus alegrías, sus encantos.
Y del morir ahogado brotó un débil canto
Rompiendo el silencio perpetuo de la Rana:
Vosotras, Ranas boyantes, vosotras, pequeñas y grandes,
¡Incluso yo soy mortal después de todo!
Mi camino a la fama resultó un camino de lodo;
Fallezco sobre la horrible carretera;
¡Ah, mi viejo camino familiar!

La Rana ahogada sollozó y partió;
El Áuriga pasó silbando a zancadas,
Inconsciente de la infame matanza,
Silbando el Áuriga cruzó,
Silbando (podría decirse)
Como silban su cortejo las ranas.
Una rana hipotética atropellada,
Ignorante de la realidad.

Oh, ricos y pobres, oh grandes y pequeños,
Tales descuidos nos sacuden.
Una Rana destrozada lo tolera todo,
Una Rana tan insignificante como absoluta:
Aquella Rana hipotética y sola
Es la Rana sobre la que habitamos.



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