Ven, ceñida de rayos y de flores
la rósea frente, ¡oh plácida mañana!
Ve; ven, y ahuyenta con tu faz galana
la perezosa noche y sus horrores.
Ven, y vuelve a los cielos sus ardores,
su frescura a la tierra, y su temprana
gloria a mi pecho, en Clori soberana;
en Clori mi delicia y mis amores.
Ven, ven, que si piadosa me escuchares,
yo te alzaré un altar sobre el florido
suelo que honrare Clori con su planta.
Y en él, después te ofreceré a millares
las víctimas mi pecho agradecido,
y los devotos himnos mi garganta.
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