¡A cuánto susto el cielo te condena,
oh género mortal, flaco y cuidado!
Se espantan unos en el mar salado
y tiembla otros cuando Jove truena.
Otros si el eco del león resuena,
otros cuando el magnate está irritado,
otros cuando en la cárcel han pasado
días y noches tristes con cadena.
Yo sólo discurrí no temblaría
al trueno, ni al león, ni al poderoso,
ni a la prisión, ni a todo el orbe entero.
Mas se engañó mi débil fantasía:
el rostro de mi Filis desdeñoso
me cubre de terror, temblando muero.
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