Tú me dijiste: no lloró mi padre;
tú me dijiste: no lloró mi abuelo;
no han llorado los hombres de mi raza,
eran de acero.
Así diciendo te brotó una lágrima
y me cayó en la boca… más veneno.
Yo no he bebido nunca en otro vaso así pequeño.
Débil mujer, pobre mujer que entiende,
dolor de siglos conocí al beberlo:
¡Oh, el alma mía soportar no puede
todo su peso!
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