Es alta y es perfecta, de radiadas pupilas
azules, donde acecha, perezosa una Eva.
Su piel es piel de fruta. Su blanca carne nieva
y sus trenzas se tuercen como gruesas anguilas.
Un bosque de oro crece en sus blancas axilas.
De los árboles rompe la yema fina y nueva.
Su boca es de la muerte la tenebrosa cueva.
su risa daña el pecho de las aves tranquilas.
Pasó ayer a mi lado, las caderas redondas,
los duros muslos tensos soliviando las blondas,
los labios purpurados, y miedo tuve al verla,
pues de tal modo es ella, ya, la predestinada
que, se comprende, al verla, camina, abandonada
hacia el hombre primero que debe poseerla.
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