Ha mucho tiempo que te soñaba
así, vestida de blanco tul,
y al alma mía que te buscaba,
Ana, ¿qué miras? le preguntaba
como en el cuento de Barba azul.
Ha mucho tiempo que presentía
tus ojos negros como los ví,
y que, en mis horas de nostalgia,
la hermana Ana me respondía:
“Hay una virgen que viene a ti”.
Y al vislumbrarte, febril, despierto,
tras de la ojiva del torreón,
después de haberse movido incierto,
como campana que toca a “muerto”,
tocaba a “gloria” mi corazón.
Por fin, distinta me apareciste;
vibraron dianas en rededor,
huyó callada la Musa triste
y tú llegaste, viste y venciste
como el magnífico Emperador.
Hoy, mi esperanza que hacia ti corre,
que mira el cielo donde tú estés,
porque la gloria se le descorre,
ya no pregunta desde la torre:
Hermana Ana, ¿dime qué ves?
Hoy en mi noche tu luz impera,
veo tu rostro resplandecer,
y en mis ensueños sólo quisiera
enarbolarte como bandera
¡y a ti abrazado por ti vencer!
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