Nosotros el pan seco y el agua en las prisiones del cielo
Nosotros los adoquines del amor todas las señales interrumpidas
Que simbolizamos la gracia del poema
Nada nos expresa más allá de la muerte
Cuando la noche para salir se calza sus botines de charol
Tomamos el tiempo como se presenta
Como un muro divisorio a aquél de nuestras prisiones
Las arañas hacen encallar el barco en la rada
No hay más que tocar no hay nada que ver
Más tarde enseñaréis lo que somos
Nuestras obras se hallan aún bien protegidas
Pero es el alba de la última costa el tiempo se echa a perder
Luego portaremos allende el lujo de la peste
Nosotros un mínimo de escarcha sobre los hacinamientos humanos
Y nada más
El aguardiente cura las heridas en una bodega cuyo tragaluz deja ver un
camino ribeteado por grandes paciencias vacías
No preguntéis dónde estáis
Nosotros el pan seco y el agua en las prisiones del cielo
El juego de cartas al cielo raso
Levantamos apenas una punta del velo
El restaurador de vajilla trabaja sobre una escala
Parece joven a pesar de la losa
Llevamos su luto en amarillo
El pacto no ha sido todavía firmado
Las hermanas de la caridad provocan
Evasiones al horizonte
Atenuamos tal vez al mismo tiempo el bien y el mal
Es así como se cumple la voluntad de los sueños
Gente que podríais
Nuestro rigor desaparece en el pesar de los deshechos
Somos las estrellas de la seducción más terrible
El colmillo del ropavejero Mastín sobre los trapos floridos
Nos lanza al furor de ávidos tesoros
No agreguéis nada a la deshonra de vuestro propio perdón
Basta para una causa sin fin
Armar vuestros ojos con esas lágrimas ridículas que nos alivian
El cuerpo de las palabras es dorado esta noche y ya nada existe en vano.
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