Estoy, Señor, de mí tan desprendida,
y de toda afición tan apartada,
que, por el don que os intereso, nada
sacrificar pudiera agradecida.
Voto os hiciera de dejar la vida,
si ya no fuese vuestra, y tan cuitada,
que, al perderla, creyérame premiada
con no vivir y verme a Vos unida.
Mas, pues no hay meritorio sacrificio
en quien vive sin dichas, yo os ofrezco,
si volvéis la salud al moribundo,
ceñirme la existencia cual cilicio,
codiciar una vida que aborrezco,
¡abrazarme a la cruz de aqueste mundo!
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