viernes, 30 de octubre de 2015

Trovadores provenzales - Juan Arolas



Plácenme historias pasadas
De andante caballería
Y en ser las noches llegadas
Olvidar penas del día
Con los cuentos de las hadas

Y luego en lecho de flores,
Si las hadas me dejaron,
Ir soñando los amores
Que tuvieron y cantaron
Los antiguos trovadores.

Ver a Arnaldo y su querida
Siempre a sus finezas dura
Mientras él nunca la olvida,
Mientras canta su ternura
Con su letra muy sentida:

Y a Rambaldo generoso
Que manifiesta a su dama,
Por tímido y receloso,
Lo violento de su llama
Con un ardid ingenioso.

Ver las gracias y embeleso
De la esposa de Imberal
Y aquel amoroso exceso
De aquel Pedro de Vidal
Que dormida le dio un beso;

Que luego fue desterrado,
Mas por ser su suerte rara,
De la hermosa perdonado
Vino a recibir de grado
Lo que a fuerza se tomara.

¡Cómo es triste de escuchar
Aquella canción de amor
Que muerte vino a causar
Poco después de cantar
A su mismo trovador!

«Aquel dulce pensamiento
»Que de vos amor me envía
»Díctame cada momento
»Versos que me dan contento,
»Señora del alma mía.»

¡Ah, Guillermo... tu canción
No la oyera, por los cielos,
Con bárbara indignación
Y ardiendo en rabiosos celos
Raimundo de Rosellón,

Que el corazón te arrancó
Con el pérfido puñal
Y en un festín lo alargó
Sobre un plato de metal
A su esposa que te amó.

Que ella y tú fueseis yuntados
Bajo losas funerarias
Quisieron después los hados
Y que los enamorados
Os dijesen sus plegarias.

¡Cuán bellos mis sueños son...!
¡Con cuán mágicas pinturas
Me presenta la ilusión
Tus amores y aventuras,
Guillermo de Balaón...!

Que con extraño placer
Aparentabas reñir
Y a tu dama aborrecer
Por el gusto de volver
Las voluntades a unir.

Mas no anduviste advertido
cual fue razón anduvieras
Por no verte aborrecido,
Cuando tu desdén fingido
Te valió un desdén de veras.

Y para darte el perdón
Mandó tu cruel señora
Que una uña de raigón
Te arrancases en mal hora
Del dedo del corazón.

También es bello soñar
Al que sin ver a su dama,
Llegándose a enamorar
Por las nuevas de la fama,
Quiso verla y surcó el mar.

Y en traje de peregrino
Tan dulce cántico hacía,
Que en medio la mar bravía
Lamentando su destino
Los delfines atraía.

«Amor de tierra lejana,
»Por ti mi carne mezquina
»Toda está enferma y se afana
»Sin encontrar medicina
»Que la pueda poner sana.»

Lejos de nativa playa
La muerte fuiste a buscar,
Mísero Rudel de Blaya,
Tan delicado en amar,
Tan docto en la ciencia gaya.

Muy hermoso es recordar
A don Pedro de Aragón,
A Failit de Belostar
y Hugo, que por afición
Fue trovador y juglar;

Y aquellas dulces tensones
Llenas de amorosas sales,
Serventesios y canciones
Y aquellos juegos florales
Con premios y distinciones.

Las damas que presidían
Las cuestiones ingeniosas
Que a los vates proponían
Y las letras y las glosas
Que cantaban y leían...

Plácenme historias pasadas
De andante caballería
Y en ser las noches llegadas
Olvidar penas del día
Con los cuentos de las hadas

Y luego en lecho de flores,
Si las hadas me dejaron,
Ir soñando los amores
Que tuvieron y cantaron
Los antiguos trovadores.

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