Emperador en medio, en una apoteosis
azul y gualda: avanza, tieso sobre el caballo,
deslumbrante, dichoso, pues lo ve todo en rosa,
feroz como el dios Zeus, manso como un papá;
abajo, los Bisoños, que se echaban la siesta,
junto a tambores de oro y cañones de grana
se levantan, discretos. Pitou se va vistiendo
y, vuelto hacia su Jefe, tanto nombre lo aturde.
A un lado, Dumanet se apoya en la culata
del chassepot, no tiembla su cogote a cepillo:
«¡Viva el Emperador!» Su vecino se calla…
Un chaco surge como un sol negro… ––En el centro
Boquillón , de azulgrana, ingenuo, tras su tripa
emerge y enseñando su culo: «¿Y qué?…» ––pregunta
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