El Hombre exangüe, por los prados florecidos,
camina, va de negro, con el puro en la boca;
El Hombre exangüe evoca Tullerías en flor,
-y su ojo, muerto, a veces cobra brillos de fuego….
Ebrio, el Emperador, tras veinte años de orgía
pensaba: «¡Soplaré sobre la Libertad
con mucho cuidadito, como sobre una vela!».
¡La libertad renace!… -¡y está desriñonado!
Está preso. -¿Qué nombre por sus labios sin eco
palpita? ¿qué añoranza implacable lo muerde?
No se sabrá, pues tiene, el ojo muerto, el César.
Piensa, quizás, en su Compadre con gafitas…
-Y mira cómo fluye de su puro encendido,
como en Saint-Cloud, de noche, la tenue nube azul.
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