Un hidrolito lagrimal lava
los cielos color de berza
bajo el árbol de tiernos retoños
que vuestros cauchos babea,
blancos, con sus lunas singulares
y sus redondos pialatos:
¡entrechocad vuestras rodilleras
mis adefesios amados!
En aquellos tiempos nos queramos,
¡mi azul y triste adefesio!
comíamos huevos al minuto
y murajes color cielo.
Una noche me ungiste poeta,
mi adefesio rubio y garzo:
ven a mi lado, quiero azotarte
cuando estés en mi regazo.
Vomité tu crasa bandolina
lustroso adefesio negro:
tú, mi bandolón me cortarías
por lo sano, a ras del pelo.
¡Qué asco, mi saliva reseca,
adefesio pelirrojo,
emponzoña aún las trincheras
de tus dos pechos orondos!
¡Pequeñas enamoradas mías,
cuánto y cuánto puedo odiaros!
¡Parchead con tristes bofetadas
vuestras tetas, que dan asco!
¡Saltad, saltad, viejas escudillas
repletas de sentimiento;
vamos, saltad, a ser bailarinas
tan sólo por un momento!
Los omóplatos se os desencajan,
amores, amores míos:
con una estrella en el lomo, cojas,
¡a seguir con vuestros giros!
¡Y para colmo, yo he rimado
en honor de estos perniles!
¡Si os pudiera romper las caderas
y de mi amor redimirme!
Montón sin gracia de estrellas rotas
volved a vuestros rincones
––Reventaréis en Dios, bien cargados
de ignominia los serones.
Bajo las lunas particulares
y sus redondos pialatos,
¡entrechocad vuestras rodilleras,
mis adefesios amados!
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